miércoles, 30 de octubre de 2013

Verbos de pensamiento 1

La situación en la que se encontraba Cecilia, mirando el ordenador, resoplando al por mayor, mientras intentaba concentrarse era simplemente extenuante.

Había un desorden exhuberante en su escritorio, hojas regadas por todos lados, una taza de cerámica vacía, una envoltura de un dulce a medio morder y una desesperación por no entender una sola de las palabras que leía.

Se pasaba de un papel a otro. Deudas, unas cartas y un memorandum del trabajo, pero nada tenía sentido. Miraba perpleja cada uno de los papeles que en ese momento sostenía. Suelta un suspiro y algo parecido a un sollozo.

Mira de nuevo, jamás sería capaz de pagar todo ese dinero, ni aunque le aumentaran 3 veces su sueldo, pasa la hoja por tercera vez, una carta de su padre, lee de nuevo. Se va con su secretaria, su mamá no lo comprendía. Espera verla pronto. Rompe la carta con rabia. Pasa de nuevo a la siguiente hoja y relee el memorándum, al día siguiente tendría que organizar toda una junta para la comitiva.

En su escritorio hay tambien una vieja fotogalería, fotos familiares de ella y sus hermanas, un marco roto con una fotografía de ella y su padre, un beso de su madre y la foto de él...

Llovieron los recuerdos y así mismo las lágrimas.

El aunque ella quisiera ya no estaba, es por eso que no entendía nada de lo que leía, no estaba.

Se paró de su escritorio y rebuscó entre sus cosas en el armario y encontró la cajita de recuerdos, lo añoraba como hacía 3 años que no y él ya no volvería.

Un automovil con un borracho y un peatón distraído, eso fue todo.

Se levantó  de  nuevo, ahora de la cama, se puso un conjunto un poco formal y a la vez informal, tomó su abrigo y se arregló el cabello, como quien se apresura para una cita muy importante. Cecilia decidida toma las llaves de su casa, que están colocadas a un lado de la puerta de la entrada principal, toma también las de su auto.

Subió a su auto aún dubitatiba de lo que haría, al fin decidida entró, encendió y se marchó. Llegó a su destino. El Aranda de la Parra, uno de los mejores hospitales de la cuidad.

La saludaron con mucha naturalidad las enfermeras, como quien es cliente frecuente en una tienda, con sonrisas forzadas devuelve cada uno de los saludos.

Tomó el ascensor al piso numero  15, en donde llegaría a su destino. Habitación 3. Abre la puerta aún dubitativa, esperaba ver algún cambio, después de un año. No lo había.

Ahí estaba, como desde hacía 3 años, tendido en una cama como dormitando. Una sonrisa brotó de sus labios, su corazón palpitaba como si fuera su primer encuentro, una lágrima deslizó por su delicado rostro, sin más saltó a sus brazos inhertes llorando amargamente. Ya no había protección, no había hogar, no había nada, no estaba. Gritaba desesperadamente su nombre, lo observaba con amor, era simplemente guapo, con su cabello castaño y sus malditos ojos cerrados, como quien vive en un sueño, un eterno sueño, se queda sollozando mientras lo abraza. Como si se fuera a escapar.

Un movimiento la asusta, no debe ser más que el viento, mas cuando levanta la mirada todo su mundo cambia. Abrió los ojos, después de 3 años. No entendía lo que sucedía, estaba confundido, más al mirarla sonrió y la abrazó aunque siguiera sin entender nada. Ella necesitaba ese abrazo y él lo sabía.

Tres años pasaron para que se volviera a sentir protegida, amada, volvió a tener un hogar.

Kaori. 

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