sábado, 4 de enero de 2014

Cartas sin enviar... Parte 1

Te vi ahí sentado en la cama, hurgando en el cajón de la mesita de  noche que ese día estaba acomodada de manera diferente, un poco mas a la izquierda de lo normal. Me pareció extraño que no te dieras cuenta de que no estaba justamente en el centro de la habitación. 

Tu aún no notabas mi presencia, llevaba puesto en ese momento el camisón de dormir, con la ropa interior más sexy que pude encontrar en mi viejo armario. Llevaba puestas también mis pantuflas de conejito y la bata de dormir. Pensandolo bien, lo único sexy que llevaba esa noche era mi ropa interior, todo lo demás lucía muy normal.

Seguías revolviendo el cajón, no me atreví a preguntarte que era eso que tanto buscabas, puesto que me gustaba mirarte. Sin embargo no me pude contener ante tu desesperación, yo quería que hicieramos el amor y no quería que nada rompiera lo que había preparado para ti. Así que toqué la puerta y me mantuve en el umbral.

- Qué es eso que tanto buscas?
- La carta María, la carta, debo entregar el paquete mañana y la carta tiene las instrucciones.
- Vamos que la dejaste en el cajón de tu escritorio, abajo en el estudio.

Me miraste incrédulo, pero con esa satisfacción de haber resuelto tu problema, cerraste el cajón de madera de un solo golpe y te acercaste a mi, me tomaste por la cintura y mientras me levantabas del suelo le diste un tierno beso.

- Qué haría yo sin ti María? Seguro ya hubiera explotado la casa. 
- No digas tonterías niño. Que Dios no te oiga jamás, mira que si le pasa algo a la casa te doy un sopapo.
- Pero si era broma María! Deja voy por ese sobre antes de que te enojes mas.

Reí, tapando mi boca con la mano. La verdad es que me encanta hacerte creer que me tomo tus bromas literales, a pesar de que llevo tantos años a tu lado sigues creyendo que no las entiendo.

Volviste con el sobre en la mano y te sentaste unos segundos en el tocador anotando las intrucciones para entregar el famoso paquete del que llevabas meses hablando. Hubo un tiempo en el que creí que me dejarías por el famoso paquete. 

Mientras tu escribias y escribías en tu libretita de notas, decidí que si no tomaba las riendas en ese preciso momento, mi romántica velada se iría al caño. Decidí pues, quitarme todo lo que me sobraba de ropa y prender la radio, con la canción de nuestra luna de miel y recosté mi cuerpo en la pose mas sensual que pude, prendí las velas con abtelación y te apagué las luces.

Lo que pasó después lo sabes perfectamente, fue casi como cuando teníamos 20 o menos.

Días después me llegó aquella carta, no sabía como reaccionar ante la noticia de que después de 30 años, yo era la segunda.