sábado, 29 de octubre de 2016

Deseos de pestañitas!!

La mañana era fresca, empezaba el otoño, mi época favorita del año, las hojas de los maples comenzaban a pintar los suelos de la ciudad de Praga de colores acre, se podía apreciar a las personas llenas de abrigos, gorros, bufandas, guantes. Aún no elevaba bien la temperatura, pero el tiempo ya no permitía ropa ligera. El cielo se encontraba despejado con un sol mañanero y unos vientos ligeros como queriendo acariciar la piel de los peatones. Yo por mi parte apenas despertaba de una noche tranquila.

La habitación se encontraba un poco desordenada, había algo de ropa tirada, por lo demás todo se encontraba en orden. Era una habitación amplia, con un tocador y un espejo grande en frente de la cama, un ventanal gigante en la esquina izquierda de la habitación, con unas cortinas delicadas que dejaban entrar unos rayos de luz tenues, un cálido suelo de madera lustrosa y uno que otro tapetillo como decoración.

Seguía recostada, mirando el techo adoquinado de color nácar llena de cobijas satinadas y un cabello bastante alborotado, giré mi cuello a mi lado izquierdo, aún duerme, apacible, con una respiración armoniosa, su pecho sube y baja lentamente y su rostro revela una sonrisa tranquila. Giré mi cuerpo hacia el suyo y reposé mis brazos cruzados en su pecho y mi cabeza encima de mis brazos, lo contemplé un rato mientras yo sonreía de la misma manera que él. Suspiró profundamente, mientras yo me elevaba al compás de su respiración.

Acaricié su cabello con mucha ternura y seguí un minuto contemplándolo. Se me hacía raro que las niñas no hubieran irrumpido ya en la habitación buscando recostarse un rato en nuestros brazos, queriéndonos contar sobre las aventuras que vivieron en el mundo de los sueños la noche anterior.

Después de un rato con varios estiramientos de sus brazos, despertó, no puedo expresar la paz que siento cada vez que me rodea con sus brazos y me dice con un beso, buenos días minina, ¿Cómo amaneciste? Sólo gruñí, como suelo hacerlo en las mañanas cuando despierto. Me rendí en sus brazos y me acurruqué de nuevo.

-¿Quieres ir al jardín a pasar la mañana? ¿Tomar un té quizá?- Preguntó con una sonrisilla traviesa, yo por mi parte seguía sin hablar. –Tendrás que hablar tarde o temprano pequeña gatita. Vamos que el día está muy bonito, vístete, iré por las niñas. –Salió de la habitación con pasos grandes, de esos tan característicos de él.

A lo lejos escuchaba las risillas de las pequeñas, sus piecitos corriendo por su habitación y la voz de Emanuel, no era capaz de descifrar lo que les decía, pero de seguro les pedía que vistieran para ir al jardín. Sonreí, amo nuestra familia. Así pues me vestí con algo abrigador y le pedí a Catalina que nos llevara el desayuno al jardín. Minerva mi gata, comenzó a restregarse en mis piernas esperando porque le hiciera un poco de caso, así que la tomé en mis brazos y me dirigí a la habitación de Amelie, ahí se encontraban todos, inclusive Maya, nuestra perra dálmata, jugando y riéndo.

-¡Mami!!- ambas saltaron y abrazaron mis piernas poco más arriba de la rodilla. –¿Estás lista para ir al jardín? –Sonreí, crecían bastante rápido y que hermosas se ponían cada día. –Anda Mami, quiero jugar con los patos y perseguir a los pajarillos salvajes. –Corearon, era extraño, pero siempre lo hacían.

-Vamos pues, ¿Qué esperamos? –Les di unas palmaditas en los hombros como apurándolas y tomé la mano de Emanuel quien a su vez, la apretó sosteniéndome con firmeza. –Adoro a nuestras hijas. –Sonreí.

-¿Y bien? ¿Arriba o abajo amor?- Parpadeé varias veces un poco desorientada.
-Ummmh … ¡Arriba! –Se encontraba arriba. –Siempre gano. –Sonreí orgullosa.
-No siempre.
-¡Claro que sí!
-No, no siempre, pero esta vez sí. Sopla mi niña, para que se cumpla tu deseo.- Mis ojos brillaron, lo miré con timidez, sentía como me sonrojaba.
-Espero que se cumpla, es mi más grande deseo… Y así era, así es. Mi deseo de pestañita.


Cortana!

jueves, 27 de octubre de 2016

Te presento a José

1.
Me encontraba sentada bajo uno de mis árboles favoritos, yo calculaba que habría de tener más de cien años. Estaba pues debajo de él, descansando en su sombra fresca, mirando perdidamente a mí alrededor. El clima estaba fresco, soplaba el viento y el cielo se encontraba despejado con un sol insistente en calentar los corazones de las criaturas que en el momento se encontraban en el mismo sitio que yo. Pero el árbol, que se alimenta del sol, bloqueaba sus intenciones y lograba enfriar el clima lo suficiente como para hacerlo bastante agradable.

Me recosté, usando sus raíces como almohada y tome mi libro, comencé con una lectura agradable, hasta que la comodidad me hizo suya y sin mas remedio me quedé dormida bajo la protección de José, uno de mis árboles favoritos.

Yo soy así, nombro a las plantas y a los animales, disfruto bastante de la simplicidad de las cosas que te da la vida y la naturaleza y eso hace compleja y excitante mi vida. Me gusta dejarme llevar por el viento y el mecer de las hojas, el sonido que hacen al chocar unas con otras en armonía, como si cantaran pequeñas cancioncillas. Así pues, me quedé dormida pacífica, sin darme cuenta, que  en la inconciencia del sueño profundo, sonreía, me sentía plena.

-¿Estás bien?- Algo interrumpió mi sueño, me moví un poco incómoda, no sabía que sucedía. No sé si sea normal, pero después de una siesta corta, al despertar es como si estuviera perdida en el tiempo y en el espacio. No sé dónde me encuentro ni si quiera en qué tiempo, me desubico completamente. Era un chico quien me había vuelto a la realidad, el sol había ya cambiado de posición y lograban colarse algunos destellos por las hojas de José, uno de mis árboles favoritos. Tenía los ojos cafés, no tan oscuros, con las rayitas del iris bastantes bien marcadas, el tipo de ojos que tienen esa belleza atrapante, cautivadores, inocentes, transparentes, esas rayitas que parecen estanterías llenas de recuerdos, al instante me perdí en su pequeña biblioteca.
-¿Te pasa algo? ¿Te sientes bien?- Me sacó de mi ensimismamiento, no había reparado en el resto de su persona, era alto, de piel morena y cabello oscuro como la noche, pero más que sus ojos, tenía algo impactante en el rostro, algo en lo que no había reparado y que sin duda era inexplicablemente una de las cosas más bellas que había visto en la vida. Una sonrisa con hoyuelos profundos, dientes blancos como perlas; era bella en todos los sentidos, sincera, con una bella curva, en mi vida había percibido algo así, era sin duda la sonrisa más bonita que existía. Al instante me di cuenta, que ese chico, me había enamorado.

-E-estoy bien!- Carraspeé sonrojada- Me he quedado dormida con la comodidad de José, no es la primera vez que me sucede, lamento que te causara alguna preocupación o molestia.

Me miró, sentía que no podía sostener esa mirada calculadora, así que desvié mis ojos, seguía ahí plantado frente a mi, la verdad no sabía qué hacer, era la primera vez que veía a aquél muchacho y no sabía como evitar que perdiera el interés en mi estado adormilado y siguiera ahí, conversando conmigo. De algo estaba segura, quería conocer cada detalle de la vida del chico con la sonrisa más bonita del mundo.

-¿José? ¿Hay alguien más aquí, es acaso que he interrumpido algo?- Se veía preocupado, solté sin querer una risita nerviosa y traviesa, nunca le había mencionado a José a nadie, me sonrojé de nuevo, seguramente me juzgaría de loca, era lógico, había nombrado a mi árbol favorito, seguro que algo anda mal conmigo.
 -Él es José- le contesté con la mirada baja, un poco apenada apuntando hacia el árbol. Le hablaré un poco de José, es un Sicomoro, ha de tener unos 10 metros de altura, de ramas y tronco grueso, bastante frondoso, fresco, fuerte, lleno de vida. Los pajarillos suelen anidar en sus ramitas, a veces encuentro también algunos gatitos traviesos en ellas. En ocasiones, a pesar de mi pánico a las alturas, me gusta subir a sus ramas y dormitar en ellas, son lo suficientemente gruesas para que me recueste sin peligro de caer. Así que él es José y ese chico lo único que hizo ante mi respuesta, fue lanzar una sonrisa coqueta, mi corazón se aceleró.
-¿El árbol es José?- es un placer, así que te has quedado dormida bajo su protección, interesante, ¿Puedo sentarme?- sonrió de nuevo, no entendía muy bien qué estaba sucediendo, cada vez que sonreía ese extraño muchacho mi corazón daba un vuelco y se aceleraba, yo no quería que ese chico desapareciera, que se marchara y no volver a verlo, de repente, sin quererlo mi cerebro me regaló un sinfín de imágenes sobre qué podría pasar si conociera a esa persona, si me hiciera su amiga, si siguieran las cosas. Me sonrojé de nuevo, ni siquiera lo conocía, así que detuve mis pensamientos, es muy común que me pierda en ellos, me sobresalté.
-Por favor, no me molesta para nada. Mi nombre es María, este es mi sitio y mi árbol favorito y se llama José, espero que no consideres raro que haya nombrado a mi árbol favorito- Me sentía como una chica de secundaria, nerviosa y atraída a descubrir los misterios que encerraban sus ojos en forma de recuerdos, regados por todo su iris.
-María, que bonito nombre. Yo me llamo Emanuel, mucho gusto- se sentó.- Creo que este se ha convertido en mi lugar favorito también, se está muy cómodo aquí.- Se relajó, recargó los brazos por detrás y miró hacia arriba.- Me encanta ver como atraviesan los rayos solares las hojas de los árboles, y ver como se mecen con el viento.- Fue algo extraño, justo estaba pensando en lo mismo, esa pose le venía bastante bien, el sol y las sombras le favorecían los rasgos de la cara y del cuerpo, era verdaderamente atractivo, aunque no era su físico lo que mas me atraía, había algo en ese chico que verdaderamente captaba mi atención. Quizá era su simpleza o la sinceridad en su sonrisa, la picardía infantil de sus ojos, no lograba decifrarlo…

CONTINUARÁ...
Cortana!