1.
Me
encontraba sentada bajo uno de mis árboles favoritos, yo calculaba que habría
de tener más de cien años. Estaba pues debajo de él, descansando en su sombra
fresca, mirando perdidamente a mí alrededor. El clima estaba fresco, soplaba el
viento y el cielo se encontraba despejado con un sol insistente en calentar los
corazones de las criaturas que en el momento se encontraban en el mismo sitio
que yo. Pero el árbol, que se alimenta del sol, bloqueaba sus intenciones y
lograba enfriar el clima lo suficiente como para hacerlo bastante agradable.
Me
recosté, usando sus raíces como almohada y tome mi libro, comencé con una
lectura agradable, hasta que la comodidad me hizo suya y sin mas remedio me
quedé dormida bajo la protección de José, uno de mis árboles favoritos.
Yo soy
así, nombro a las plantas y a los animales, disfruto bastante de la simplicidad
de las cosas que te da la vida y la naturaleza y eso hace compleja y excitante
mi vida. Me gusta dejarme llevar por el viento y el mecer de las hojas, el
sonido que hacen al chocar unas con otras en armonía, como si cantaran pequeñas
cancioncillas. Así pues, me quedé dormida pacífica, sin darme cuenta, que en la inconciencia del sueño profundo,
sonreía, me sentía plena.
-¿Estás
bien?- Algo interrumpió mi sueño, me moví un poco incómoda, no sabía que
sucedía. No sé si sea normal, pero después de una siesta corta, al despertar es
como si estuviera perdida en el tiempo y en el espacio. No sé dónde me
encuentro ni si quiera en qué tiempo, me desubico completamente. Era un chico
quien me había vuelto a la realidad, el sol había ya cambiado de posición y
lograban colarse algunos destellos por las hojas de José, uno de mis árboles
favoritos. Tenía los ojos cafés, no tan oscuros, con las rayitas del iris
bastantes bien marcadas, el tipo de ojos que tienen esa belleza atrapante,
cautivadores, inocentes, transparentes, esas rayitas que parecen estanterías
llenas de recuerdos, al instante me perdí en su pequeña biblioteca.
-¿Te
pasa algo? ¿Te sientes bien?- Me sacó de mi ensimismamiento, no había reparado
en el resto de su persona, era alto, de piel morena y cabello oscuro como la
noche, pero más que sus ojos, tenía algo impactante en el rostro, algo en lo
que no había reparado y que sin duda era inexplicablemente una de las cosas más
bellas que había visto en la vida. Una sonrisa con hoyuelos profundos, dientes
blancos como perlas; era bella en todos los sentidos, sincera, con una bella
curva, en mi vida había percibido algo así, era sin duda la sonrisa más bonita
que existía. Al instante me di cuenta, que ese chico, me había enamorado.
-E-estoy
bien!- Carraspeé sonrojada- Me he quedado dormida con la comodidad de José, no
es la primera vez que me sucede, lamento que te causara alguna preocupación o
molestia.
Me
miró, sentía que no podía sostener esa mirada calculadora, así que desvié mis
ojos, seguía ahí plantado frente a mi, la verdad no sabía qué hacer, era la
primera vez que veía a aquél muchacho y no sabía como evitar que perdiera el
interés en mi estado adormilado y siguiera ahí, conversando conmigo. De algo
estaba segura, quería conocer cada detalle de la vida del chico con la sonrisa
más bonita del mundo.
-¿José?
¿Hay alguien más aquí, es acaso que he interrumpido algo?- Se veía preocupado,
solté sin querer una risita nerviosa y traviesa, nunca le había mencionado a
José a nadie, me sonrojé de nuevo, seguramente me juzgaría de loca, era lógico,
había nombrado a mi árbol favorito, seguro que algo anda mal conmigo.
-Él es José- le contesté con la mirada baja,
un poco apenada apuntando hacia el árbol. Le hablaré un poco de José, es un
Sicomoro, ha de tener unos 10 metros de altura, de ramas y tronco grueso,
bastante frondoso, fresco, fuerte, lleno de vida. Los pajarillos suelen anidar
en sus ramitas, a veces encuentro también algunos gatitos traviesos en ellas.
En ocasiones, a pesar de mi pánico a las alturas, me gusta subir a sus ramas y
dormitar en ellas, son lo suficientemente gruesas para que me recueste sin
peligro de caer. Así que él es José y ese chico lo único que hizo ante mi
respuesta, fue lanzar una sonrisa coqueta, mi corazón se aceleró.
-¿El
árbol es José?- es un placer, así que te has quedado dormida bajo su
protección, interesante, ¿Puedo sentarme?- sonrió de nuevo, no entendía muy
bien qué estaba sucediendo, cada vez que sonreía ese extraño muchacho mi
corazón daba un vuelco y se aceleraba, yo no quería que ese chico
desapareciera, que se marchara y no volver a verlo, de repente, sin quererlo mi
cerebro me regaló un sinfín de imágenes sobre qué podría pasar si conociera a
esa persona, si me hiciera su amiga, si siguieran las cosas. Me sonrojé de
nuevo, ni siquiera lo conocía, así que detuve mis pensamientos, es muy común
que me pierda en ellos, me sobresalté.
-Por
favor, no me molesta para nada. Mi nombre es María, este es mi sitio y mi árbol
favorito y se llama José, espero que no consideres raro que haya nombrado a mi
árbol favorito- Me sentía como una chica de secundaria, nerviosa y atraída a
descubrir los misterios que encerraban sus ojos en forma de recuerdos, regados
por todo su iris.
-María,
que bonito nombre. Yo me llamo Emanuel, mucho gusto- se sentó.- Creo que este
se ha convertido en mi lugar favorito también, se está muy cómodo aquí.- Se
relajó, recargó los brazos por detrás y miró hacia arriba.- Me encanta ver como
atraviesan los rayos solares las hojas de los árboles, y ver como se mecen con
el viento.- Fue algo extraño, justo estaba pensando en lo mismo, esa pose le
venía bastante bien, el sol y las sombras le favorecían los rasgos de la cara y
del cuerpo, era verdaderamente atractivo, aunque no era su físico lo que mas me
atraía, había algo en ese chico que verdaderamente captaba mi atención. Quizá
era su simpleza o la sinceridad en su sonrisa, la picardía infantil de sus ojos,
no lograba decifrarlo…
CONTINUARÁ...
Cortana!
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