domingo, 24 de noviembre de 2013

Verbos de pensamiento 2

Hace un día frío. La mañana está nublada y gris y Cecilia no lograba ver por la neblina, sin embargo hacía su esfuerzo tenía que encontrar a Liam, su labrador negro, quien había salido corriendo a la calle por la emoción de un paseo. Sin collar, sin correa, sin nada. Sólo esperaba que los conductores fueran pacientes y no le hicieran daño con sus enormes máquinas.

Por fin el perro travieso vuelve de entre la neblina, moviendo feliz la cola y con un acompañante, primero no distingue bien que es, pronto se acercan mas. Es un gato. Su perro llevó a un gato a la casa, no un gato cualquiera por supuesto, uno bebé, pequeño del tamaño de su puño, peludo y de colores exhuberantes. Cecilia lo llevó adentro inmediatamente y lo cobijó con su cuerpo, el pobre estaba helado.

El gatito maullaba, seguramente extrañaba su mamá, que quien sabe en dónde se encontraría. Pero no había tiempo para eso, tomó una cobija y se la colocó en su frágil cuerpo.  Liam ladraba celoso y reclamaba su atención. Al fin que él había rescatado a ese indefenso bebé de las garras inhumanas de la calle.

Cecilia tomó al pequeño taquito y se lo mostró, Liam movía la cola extremadamente feliz, lo olfateaba completito el gatito le daba alguno que otro lenguetazo en la nariz.

Ese día fue uno de los mejores de su vida. Nada podía ser mejor que tu perro se escape y regrese con un indefenso bebé. El día en que llegó a su casa, le llenó un poco más de luz su hogar. Lo único que faltaba en su vida era el amor de un joven que estaba próximo a conocer, sin embargo ella estaba concentrada en bañar a ese minino para quitarle el cúmulo de pulgas que se cargaba encima.

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