jueves, 17 de julio de 2014

Una lluvia reveladora

La lluvia arreció y se lanzó un diluvio como hacía mucho que no, incluso los lugares techados se hallaban encharcados y llenos de pisadas de distintos zapatos, muchos, de completos extraños que difieren en ideas y vidas, sin saber siquiera que sus pisadas están demasiado cercanas.

En fin, el clima se encontraba implacable y pareciera que el agua quería entrar a cualquier lugar que tuviera una puerta o una ventana o cualquier resquicio por donde pudiera pasar a resguardarse de las inclemencias del tiempo, irónico ¿No?

Alguna grieta en el techo o agujero en la pared, era bueno para que se colaran algunas gotas en los establecimientos urbanos, hasta ellas sentían miedo de la ira de la Madre Tierra, como sea, regresarían a la interperie, ya fuera en un balde o en un trapeador; húmedo por supuesto, y muy pocas podrían permanecer en la protección que brinda el techo de concreto.

Sonó un relámpago, de aquellos que gritan su poder, la tierra se estremeció y por un momento parpadearon las luces de todo el lugar, se podría decir que hasta los semáforos dudaron un poco.

En el restaurante de la esquina, se fue la luz por completo por casi un minuto, dejándolo enteramente obscuro y cuando volvió y todo regresó a la claridad, los comensales reanudaron sus conversaciones como si nada hubiera pasado, mientras que la lluvia seguía golpeando casi con desesperación el cristal de la ventana.

Sin embargo, había algo diferente en el Rissoto's pastas, faltaba un comensal en la mesa que se encontraba en la esquina posterior derecha. Una mesa para dos, arreglada especialmente para una velada romántica y el apuesto joven de cabellos castaños que se encontraba en la mencionada mesa, miraba consternado el asiento vacío que tenía en frente, con un platillo de fetuchini a medio comer y un abrigo colgado en el respaldo.

- Quizá fue al tocador, o quizá necesitaba algo de aire, aunque no creo que con esta lluvia quisiera salir y menos sin su abrigo.- Se decía a si mismo con los  ojos fijos en el asiento ahora vacío.

Otro relámpago volvió a sonar, un poco menos fuerte que el anterior, sin embargo, muy poderoso, él pudo notar como se estremecía la mesa, quizá sí fue mas potente de lo que creyó. Se fue la luz de nuevo.

La gente comenzó a desalojar el lugar, quizá ya habían terminado su comida, o quizá les daba miedo la obscuridad, podía ser también que se hartaran de qje prendieran y apagaran las luces como si se tratara de una discoteca, el hecho es que  sólo quedaban 3 mesas ocupadas de 15 y aquél sujeto de cabellos castaños y saco negro, seguía cavilando sobre el paradero de su prometida, aquella mujer que hacía años había robado su corazón, que lo tenía embelezado y que ahora había desaparecido.

- Ya ha tardado demasiado para haber ido al tocador- La lluvia golpeaba la ventana de manera suplicante, los semáforos cambiaban de verde a rojo y a veces a amarillo con ritmo y simultaneidad, los peatones caminaban sin rumbo aparente con prisas y sin prisas, intentando no mojarse demasiado, como si aquello fuera a matarlos. Ella seguía sin aparecer.

- Seguro que algo se le ha atorado- Volvió a tronar el cielo, esta vez mucho más fuerte que la primera, quizá aún más que las otras dos juntas, volvió a vibrar la mesa, se escuchaba como se movían los tenedores inhertes en los platos con semejantes vibraciones y sopló de nuevo el viento.

De los 3 comensales ahora sólo quedaba 1 y el chico que comenzaba a desesperarse con la ausencia de su novia. La lluvia se estaba volviendo insoportable, el sonido de las gotas, estrellandose con el cristal, el piqueteo de los cubiertos con el plato del otro cliente, la luz, que honestamente no era la adecuada y lastimaba su vista, los rayos que apagaban las luces constantemente y sobre todo la ausencia de su amada, que definitivamente ya había tardado más que demasiado, se escuchó de nuevo el gemido del viento.

El infividuo preocupado, con paso firme, se acercó a la barra y le solicitó a la mesera que atendía, que buscara a la dama en el tocador. Tampoco se encontraba ahí.

Se dirigía de nuevo a su mesa, cuando sintió moverse algo en su bolsa derecha del pantalón.- Mi madre seguramente.- Pensó, algo fastidiado con todo lo que pasaba. Un mensaje de la compañía, eliminó aquella moledtia y al presionar el botón de HOME, apareció aquella foto que tomaron hace algunos días atrás, sonrió, de verdad le gustaba aquella desaparecida mujer, cuando sin más, se le ocurrió la brillante idea de marcar a su celular para saber exactamente dónde se encontraba.

Buscó en el registro de llamadas; Amelie, presionó SEND y se colocó el auricular en la oreja derecha, esperando a que entrara la llamada; tronó de nuevo el cielo y un rayo aterrizó, si así se le puede decir, en un árbol que estaba justo en frente, incendiandolo instantáneamente. Andrew comenzaba a desesperar, cuando cae en la cuenta de que el celular de Amelie sonaba en su mesa.

La tormenta bajó un poco su intensidad, como si las gotas de agua se dieran por vencidas de entrar al restaurante. El árbol seguía en llamas y los bomberos estaban a una cuadra de llegar, se escuchaban las sirenas, Andrew alcanzaba a percibirlas mientras buscaba el teléfono; con movimientos toscos, en el bolso de su novia. Por fin se dió cuenta de que su búsqueda se podía considerar bastante inútil, puesto que el teléfono se encontraba bajo la mesa.

Los bomberos habían llegado ya, la lluvia parecía ya una burla de la tormenta que la ciudad de Nueva York acababa de presenciar, sin embargo de vez en cuando se escuchaba alguno que otro bramido celeste.

Andrew estaba más que asombrado con la escena que, al descubrir el mantel, estaba observando. Ahí estaba su amada y sollozante Amelie, abrazando sus piernas y cubriendo su rostro en el espacio que se hace entre brazo y tronco cuando se encuentra en esta posición. 

El cielo gritó nuevamente y ésta vez las luces sólo parpadearon, Amelie se tomó con más fuerza las piernas y sollozó aún más, con un estremecimiento que sacudió la mesa.

La lluvia se había detenido ya por completo y los bomberos lograban controlar aquél infierno, Andrew estaba ahí mirandola, sentado sobre sus rodillas, enternecido, era obvio lo que pasaba y muy tonto tardó mucho en notarlo, la abrazó y se sentó a su lado, ella recostó su cabeza en el hombró de el, limpiando algunas lágrimas de su rostro.

- Está bien cariño, la tormentá ha terminado.- y la besó...


KAORI.

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