lunes, 3 de noviembre de 2014

Una mañana ordinaria

De repente un amanecer, hermoso, espléndidos rayos dorados que acariciaban a los árboles y lod convertían en oro puro.

A lo lejos, bajo un árbol de coníferas, en el pequeño bosquecillo del jardín que habían construido con tanto esmero. En la banquita de madera, cobijada con un edredón de lana por el frío de la nieve, se alcanza a observar a aquella chica morena de cabellos castaños y largos que con delicadeza leía un libro que estaba posado en su regazo.

Él suspiro y el vaho escapó de su boca, cargaba dos tazas, un chocolate caliente y un café para ella, fue a sentarse a su lado.

-Me compartes cobija mi vida?

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