viernes, 18 de octubre de 2013

Amada mía

De repente estaba en un mar de lágrimas, lloraba por muchas razones y también lloraba por nada. Cuando me miré al espejo, así desnuda como estaba, con la nariz roja e inflamada, adolorida, con mi cabello suelto. Por fin me di cuenta de que la persona que miraba... realmente es muy bella.

Levantaba mis brazos para hacerme una coleta con el cabello que me colgaba por los pechos. Morena, castaña, con una sonrisa un poco ausente y lo único que me consolaba era aquello que  había sido capaz de descubrir en ese momento.

Trataba de controlar el llanto, alguien podría escucharme, me contemplaba escrupulosamente, miraba mis curvas, mi cadera, mis brazos y finalmente mi rostro, que a pesar de estar inflamado era bello, me contemplé y me perdí en mi propia mirada, en el café oscuro de mis ojos, en la ternura que reflejaba aquél llanto.

Todo fue en un instante, pero fue ese instante que marcaría un punto importante en mi vida, me di cuenta de lo mucho que valía y de lo plena que me sentía, sonreí, me avergoncé, pero de esa vergüenza bella, que sonroja a la gente y la hace sonreír, esa verguenza que llena las mejillas de un tono rojizo atardecer y que refleja sonrisas inocentes.

Decidí que el agua estaba lista, me metí a la bañera...

Kaori. 

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