La noche fue bastante incómoda, dormí hasta
las 11 de la mañana, pensé que el despertar más tarde me garantizaría un poco
de más descanso, pero estaba en un error. Me dolía el cuello y los hombros, como
cuando haces mucho ejercicio o estás muy estresado. La cama en la que ahora
estoy durmiendo, no es la más cómoda que hay, es muy dura e inexplicablemente
toma la forma de mi cuerpo y como que lo aprisiona, así que me quedo en una
misma posición toda la noche, no es nada bonito.
Cuando por fin logré despertar, me hallé de
nuevo con esa sonrisa tonta, quería descubrir que sorpresas nos deparaban para
el día de hoy, aunque en realidad no hubo mucho.
Nos dispusimos a caminar, estrené las
sandalias que papá me había comprado ayer, las usé junto con el vestido morado,
se veían muy lindas, hubiera deseado que Emanuel estuviera ahí para
apreciarlas.
Caminamos y subimos de nuevo las escaleras,
fue cuando descubrí que mis piernas estaban también un poco adoloridas, pero
esas si son por ejercicio, no todos los días se suben y bajan escaleras con
dirección al cielo y se vive para contarlo.
El desayuno fue algo sencillo y tranquilo,
sin mayor aspaviento. Pedí una orden de quesadillas con frijoles negros y de
tomar un “chocomilk” y un jugo de naranja. Me encanta desayunar con jugo de
naranja, de las cosas que más disfruto en la vida son los jugos naturales,
sobre todo de naranja y de mango.
Después de quedarnos un rato sentados en el
restaurante, escuchando el agua caer y las conversaciones familiares, bajamos
de nuevo para el hotel, por las mismas escaleras que ahora nos llevaban del
cielo a la tierra, me sentía como Diosa griega con mis sandalias y bajando por
las escaleras al mundo de los mortales.
Resulta que nos cambiaron de habitación, eso
a mí, para nada me gustó el otro cuarto, no es tan bonito como el primero,
aunque viendo sus lados positivos, el piso de madera no es tan móvil y
crujiente, la vista es mejor y a la regadera le sale más agua. Aún así me hubiera
encantado conservar el cuarto anterior.
Estuve un rato cavilando sobre qué debía
hacer y decidí que era momento de retomar mi lectura con Asimov. Esos cuentos
me estaban atrapando en su mundo de ficción y ciencia aeroespacial. Culpo a
Emanuel de que algún día construya una nave y explore nuevos mundos.
Me recosté en la hamaca y dormité unos
minutos, la nueva vista era bastante bonita, como dije era una de las cosas
rescatables del lugar nuevo. Había árboles inmensos y gruesos, el río y en
frente del río un pequeño paraíso selvático, que me hacía desear olvidarme del
frío y nadar hasta allí. En esos pensamientos me encontraba cuando llegó mi
hermana…
-Tienen
que verla, es hermosa.- Como es costumbre en ella, se tocó la cara con ambas
manos y puso esa cara de desesperación porque había encontrado algo
maravilloso.- Ven papá tienes que tomarle fotos a la tortuga.- Mi papá es
fotógrafo y mi hermana estudia diseño industrial, este semestre ella llevó
fotografía y ahora es como una especie de clan de fotógrafos, a todos lados
llevan sus cámaras.
Me llené de curiosidad, sea lo que
fuera, siempre que se ponía así era porque en efecto había hecho un gran
descubrimiento y valía la pena apreciarlo. Entonces los seguí, iba a tan sólo
unos pasos detrás de ellos, cuando todo giró a mí alrededor y un dolor punzante
recorría mi tobillo, me había doblado el pie al caer en un pequeño desnivel que
había en el piso. Me había mantenido en pie, pero me dolía tanto que decidí
mejor dejarme caer en el piso y esperar a que se me calmara el dolor y a que no
me hubiera esguinzado o algo peor. En efecto, sólo fue cosa del momento y
después de que se me calmara pude caminar hasta donde estaba la dichosa
tortuga.
Por alguna extraña razón llegué a
imaginar que la tortuga se encontraba accesible y podría acercarme a ella e
incluso acariciarla, pero como era de esperarse, no era así. La tortuga estaba
en medio del río tomando el Sol en una especie de islita que estaba ahí
formada, se veía muy apaciguada y en paz, me dio risa. Tenía la sensación de
que la tortuga sabía que era observada por ese grupo de humanos y nos devolvía
la mirada analizándonos.
Después de analizar a la tortuga,
regresamos a la habitación, me quedé en la terraza sentada en una silla con
vista hacia el río, imaginando que un jaguar pasaba con sus patotas por el
claro y se humedecía la nariz con su enorme lengua de gatote, pero no fue así y
quedó más en mi imaginación que en la expectativa de la realidad.
Después de estar un rato mirando a la
nada, callados y empezando quizá a aburrirnos, papá decide proponer ir al
pueblo a buscar señales de vida. El pueblo, a diferencia del lugar en el que
nos encontrábamos, era muy feo, algo sucio y lleno de tierra, nada pintoresco y
por lo que hemos notado, a la gente no le gusta trabajar, siempre está cerrado
todo o lo están cerrando a las 4 de la tarde.
En fin, mientras íbamos en el pequeño
tramo de carretera, papá propuso prestarme la camioneta para que manejara un poco,
me senté en el asiento del piloto, acomodé el mismo a mi pequeño tamaño, ajusté
mis cinturones y arranqué. El camino no es algo bonito tampoco, está asfaltado,
pero es un camino sumamente irregular y es mucho más notorio cuando vas
manejando y aún más cuando no sabes lo que estás haciendo y tu padre está
corrigiéndote todo el tiempo para evitar accidentes. Sin embargo no fue una
experiencia desagradable, hasta cierto punto, sentía que sabía lo que hacía y
se sentía bastante natural, la verdad me muero de ganas de tener mi propio auto
y poder moverme como quiera a donde quiera.
No encontramos nada interesante en el
pueblo y después de un rato de pasear sin rumbo en el auto, decidimos retornar
al hotel. Llegamos y caminamos de nuevo hacia las escaleras que van al cielo, a
pesar de que las hemos subido y bajado tanto y que sí llego a sentir un poco en
mis piernas el ejercicio, contrario a lo que yo pensaría, aún no se me hacen
complicadas de subir y casi no me quitan el aliento, lo cual es un alivio. Que
por cierto, ahora que menciono esto, me llego a dar cuenta de que no traigo mi
inhalador conmigo.
Comí un rico fetuccini, como el del
primer día sólo que esta vez acompañado de pollo, creo que el primero estaba
más bueno, tomé una deliciosa coca y me puse toda gordita, lo cual fue extraño
porque no había comido tanto.
Como he dicho otros días, el hotel y el
restaurante no están lejos uno del otro y al restaurante se puede llegar por
dos entradas, una son las escaleras y la otra es la carretera. Mientras
comíamos, el día iba perdiendo luminosidad y una vez que habíamos terminado, la
noche nos había envuelto completamente. Las escaleras eran una idea mortal con
la obscuridad que nos rodeaba, así que decidimos mejor tomar la carretera, que
aunque era un poco más segura, también era bastante arriesgado. Por un lado se
encontraba un precipicio y por el otro la carretera por la que regularmente
pasaban camiones, llegamos a nuestro destino sanos y salvos.
Por alguna razón me sentía muerta, así
que apenas toqué mi cama caí en un sueño bastante profundo…
To
be continued…
Cortana!
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