viernes, 25 de diciembre de 2015

En viajes separados... Parte 3 Aprendiendo a conducir

La noche fue bastante incómoda, dormí hasta las 11 de la mañana, pensé que el despertar más tarde me garantizaría un poco de más descanso, pero estaba en un error. Me dolía el cuello y los hombros, como cuando haces mucho ejercicio o estás muy estresado. La cama en la que ahora estoy durmiendo, no es la más cómoda que hay, es muy dura e inexplicablemente toma la forma de mi cuerpo y como que lo aprisiona, así que me quedo en una misma posición toda la noche, no es nada bonito.

Cuando por fin logré despertar, me hallé de nuevo con esa sonrisa tonta, quería descubrir que sorpresas nos deparaban para el día de hoy, aunque en realidad no hubo mucho.

Nos dispusimos a caminar, estrené las sandalias que papá me había comprado ayer, las usé junto con el vestido morado, se veían muy lindas, hubiera deseado que Emanuel estuviera ahí para apreciarlas.

Caminamos y subimos de nuevo las escaleras, fue cuando descubrí que mis piernas estaban también un poco adoloridas, pero esas si son por ejercicio, no todos los días se suben y bajan escaleras con dirección al cielo y se vive para contarlo.

El desayuno fue algo sencillo y tranquilo, sin mayor aspaviento. Pedí una orden de quesadillas con frijoles negros y de tomar un “chocomilk” y un jugo de naranja. Me encanta desayunar con jugo de naranja, de las cosas que más disfruto en la vida son los jugos naturales, sobre todo de naranja y de mango.

Después de quedarnos un rato sentados en el restaurante, escuchando el agua caer y las conversaciones familiares, bajamos de nuevo para el hotel, por las mismas escaleras que ahora nos llevaban del cielo a la tierra, me sentía como Diosa griega con mis sandalias y bajando por las escaleras al mundo de los mortales.

Resulta que nos cambiaron de habitación, eso a mí, para nada me gustó el otro cuarto, no es tan bonito como el primero, aunque viendo sus lados positivos, el piso de madera no es tan móvil y crujiente, la vista es mejor y a la regadera le sale más agua. Aún así me hubiera encantado conservar el cuarto anterior.

Estuve un rato cavilando sobre qué debía hacer y decidí que era momento de retomar mi lectura con Asimov. Esos cuentos me estaban atrapando en su mundo de ficción y ciencia aeroespacial. Culpo a Emanuel de que algún día construya una nave y explore nuevos mundos.

Me recosté en la hamaca y dormité unos minutos, la nueva vista era bastante bonita, como dije era una de las cosas rescatables del lugar nuevo. Había árboles inmensos y gruesos, el río y en frente del río un pequeño paraíso selvático, que me hacía desear olvidarme del frío y nadar hasta allí. En esos pensamientos me encontraba cuando llegó mi hermana…
-Tienen que verla, es hermosa.- Como es costumbre en ella, se tocó la cara con ambas manos y puso esa cara de desesperación porque había encontrado algo maravilloso.- Ven papá tienes que tomarle fotos a la tortuga.- Mi papá es fotógrafo y mi hermana estudia diseño industrial, este semestre ella llevó fotografía y ahora es como una especie de clan de fotógrafos, a todos lados llevan sus cámaras.

        Me llené de curiosidad, sea lo que fuera, siempre que se ponía así era porque en efecto había hecho un gran descubrimiento y valía la pena apreciarlo. Entonces los seguí, iba a tan sólo unos pasos detrás de ellos, cuando todo giró a mí alrededor y un dolor punzante recorría mi tobillo, me había doblado el pie al caer en un pequeño desnivel que había en el piso. Me había mantenido en pie, pero me dolía tanto que decidí mejor dejarme caer en el piso y esperar a que se me calmara el dolor y a que no me hubiera esguinzado o algo peor. En efecto, sólo fue cosa del momento y después de que se me calmara pude caminar hasta donde estaba la dichosa tortuga.

        Por alguna extraña razón llegué a imaginar que la tortuga se encontraba accesible y podría acercarme a ella e incluso acariciarla, pero como era de esperarse, no era así. La tortuga estaba en medio del río tomando el Sol en una especie de islita que estaba ahí formada, se veía muy apaciguada y en paz, me dio risa. Tenía la sensación de que la tortuga sabía que era observada por ese grupo de humanos y nos devolvía la mirada analizándonos.

        Después de analizar a la tortuga, regresamos a la habitación, me quedé en la terraza sentada en una silla con vista hacia el río, imaginando que un jaguar pasaba con sus patotas por el claro y se humedecía la nariz con su enorme lengua de gatote, pero no fue así y quedó más en mi imaginación que en la expectativa de la realidad.

        Después de estar un rato mirando a la nada, callados y empezando quizá a aburrirnos, papá decide proponer ir al pueblo a buscar señales de vida. El pueblo, a diferencia del lugar en el que nos encontrábamos, era muy feo, algo sucio y lleno de tierra, nada pintoresco y por lo que hemos notado, a la gente no le gusta trabajar, siempre está cerrado todo o lo están cerrando a las 4 de la tarde.

        En fin, mientras íbamos en el pequeño tramo de carretera, papá propuso prestarme la camioneta para que manejara un poco, me senté en el asiento del piloto, acomodé el mismo a mi pequeño tamaño, ajusté mis cinturones y arranqué. El camino no es algo bonito tampoco, está asfaltado, pero es un camino sumamente irregular y es mucho más notorio cuando vas manejando y aún más cuando no sabes lo que estás haciendo y tu padre está corrigiéndote todo el tiempo para evitar accidentes. Sin embargo no fue una experiencia desagradable, hasta cierto punto, sentía que sabía lo que hacía y se sentía bastante natural, la verdad me muero de ganas de tener mi propio auto y poder moverme como quiera a donde quiera.

        No encontramos nada interesante en el pueblo y después de un rato de pasear sin rumbo en el auto, decidimos retornar al hotel. Llegamos y caminamos de nuevo hacia las escaleras que van al cielo, a pesar de que las hemos subido y bajado tanto y que sí llego a sentir un poco en mis piernas el ejercicio, contrario a lo que yo pensaría, aún no se me hacen complicadas de subir y casi no me quitan el aliento, lo cual es un alivio. Que por cierto, ahora que menciono esto, me llego a dar cuenta de que no traigo mi inhalador conmigo.

        Comí un rico fetuccini, como el del primer día sólo que esta vez acompañado de pollo, creo que el primero estaba más bueno, tomé una deliciosa coca y me puse toda gordita, lo cual fue extraño porque no había comido tanto.

        Como he dicho otros días, el hotel y el restaurante no están lejos uno del otro y al restaurante se puede llegar por dos entradas, una son las escaleras y la otra es la carretera. Mientras comíamos, el día iba perdiendo luminosidad y una vez que habíamos terminado, la noche nos había envuelto completamente. Las escaleras eran una idea mortal con la obscuridad que nos rodeaba, así que decidimos mejor tomar la carretera, que aunque era un poco más segura, también era bastante arriesgado. Por un lado se encontraba un precipicio y por el otro la carretera por la que regularmente pasaban camiones, llegamos a nuestro destino sanos y salvos.

        Por alguna razón me sentía muerta, así que apenas toqué mi cama caí en un sueño bastante profundo…

To be continued…


Cortana!

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