lunes, 28 de diciembre de 2015

En viajes separados... Parte 5, Un juego de niños... Soy la Capitana :)

No había empezado bien, papá se había molestado como siempre por nimiedades y canceló definitivamente los planes del día. Pensé que todo iría de mal en peor, que como era la costumbre, papá se molestaría con todos y nos mandaría por un tubo, nos apartaría y nos dejaría aún más solas en medio de la nada de lo que ya estábamos, al principio parecía que eso sería.

Así pues las chicas decidimos subir por las escaleras que van hacia el cielo al restaurante y tomar un poco de alimentos mañaneros para ahuyentar un poco el hambre de nuestros estómagos. Entonces subimos, aparentemente el desayuno estaba más rico de lo normal, había unos chilaquiles rojos que no enchilaban, pero estaban bastante buenos, con frijoles.

Después de desayunar bajamos a nuestra terracita y bueno, papá no estaba como era de esperarse, yo estaba comenzando a desesperarme, quería volver, la verdad es que no me gustaba estar en medio de la nada y menos en esas circunstancias.

Mamá insistió en que no me fuera al pueblo, así que de mala gana me quedé ahí en la terraza leyendo Asimov; terminé un cuento por cierto. Después de un rato de silencios incómodos, se escuchó la voz de papá, estaba en uno de los botecillos que renta la gente para remar por el río del lugar. Fuimos, traté de que mi mal genio no se notara, aparentemente las cosas habían mejorado, por lo tanto no quería empeorarlo ni dar motivo de ser de nuevo la causa de los problemas y las desgracias.

Invitó a mamá a pasear con él y se fueron por largo rato “al otro lado”. Era un lugar increíble, lleno de naturaleza y lejos de humanos que lo perturbaran, excepto tal vez nosotros por esta ocasión. Después de estar en “el otro lado” remaron rumbo a la cascada y a quien sabe cuántos lugares mágicos e insospechados. Yo decidí que una siesta sería de lo más oportuno en lo que volvían a la terraza y proponían algo que hacer.

Así sucedió, después de un rato, regresaron y papá sugirió que todas debíamos dar un paseo en el bote. Mamá no quiso participar esta vez. Tomé un remo y entré a mi barco, era la capitana gatuna de esa embarcación, mi tripulación dependía de mis comandos y mis remos. Entre papá y yo remamos, tomando rumbo hacia las cascadas, hasta que llegamos a un punto en el que el agua fluía tan fuerte que no nos dejaría avanzar más y nos quedamos en el mismo punto con vanos esfuerzos de continuar, hasta que nos dimos por vencidos y regresamos a explorar nuevos mundos.

Después del fracaso de aventura hacia la cascada, regresamos a tierra, recogimos un par de víveres, tripulación más fresca; mamá se nos unió, y remamos haca “el otro lado”, a explorar las tierras insospechadas, mi tripulación se amotinó, capturaron el barco y después de dejarnos a papá y a mí en esa pequeña islita, abandonaron a su capitana por un rato.

Papá y yo nos topamos con un río estancado y tierras jurásicas, llenas de helechos, de naturaleza y de lugares mágicos, llenos de oportunos lugares para fotos místicas y de espacios para tomar un baño delicioso después de días de navegar. Buscamos animales o alguna señal de vida, además de las plantas y el agua. Lo único que encontramos fue el sonido lejano de los pájaros que seguramente comentaban entre ellos, la leyenda de la capitana que ahora exploraba sus tierras. Miré sonriente hacia arriba, sabía lo que murmuraban esas aves, sus múltiples batallas con la espada, que no era por nada, pero era bastante hábil con ella.

Así pues continuamos caminando, encontramos una vereda y la exploramos, nada sospechoso, algunas lianas por aquí y por allá. Ninguna criatura existente por esas cumbres. Bajamos de nuevo y recorrimos el río, dimos con aguas estancadas, sin movimiento, algo muertas, las liberamos, el agua comenzó a correr, las hadas revolotearon, había magia, era como si hubiéramos destapado una prisión de haditas del bosque, todo comenzaba a brotar y a cobrar más vida aún y el agua, comenzaba a oxigenarse, lista para lo que viniera.

Pequeños subestanquitos se llenaban con ímpetu. Después de arduos trabajos en ese paraíso, dimos con el lugar, las pequeñas haditas del bosque, en agradecimiento por haberlas liberado de su prisión, nos guiaron hasta allí, un paraíso de cascaditas, indescriptible, con aguas cristalinas, un agua deliciosa para tomar un baño y refrescarse de los trabajos de capitana. Papá no lo pensó dos veces y se tiró un clavado…
-Aah! Está helada, ven entra un rato aunque sea.

        La verdad era que no podía ingresar al agua si estaba muy fría, mis oídos sufrirían el percance y posteriormente me daría migraña, pero no me perdía de la vista por nada del mundo, me quedé tentada de saltar y sumergirme en el agua.

        Después los marinos regresaron por su capitana, y dos de ellos se bajaron. Mis hermanas tenían que ver la maravilla que las haditas nos habían mostrado y por supuesto tenían que observar la laboriosa obra de su capitana en el río. Llegamos y encontramos ciertos desperfectos, que fueron arreglados por todas y el agua siguió entonces su curso. No se maravillaron como lo hubiera esperado, pero no importa, la experiencia a mí nadie me la quita.

        Remamos de nuevo a tierra firme y nos asentamos en nuestra isla. Tomé una bebida de las que preparan aquí, estaba bastante buena y un poco de botana también.

        Mis hermanas tomaron un baño y después nos encaminamos al pueblo a tomar un poco de alimentos, de nuevo al lugar al que habíamos ido ayer, unas exquisitas enchiladas verdes con frijoles, ensalada de lechuga y tortillas, obvio no falta la cebolla.

        Volvimos al ciber – café de ayer, esta vez pedí un Mocha caliente, fue una excelente decisión. Tuve una encantadora oportunidad de conversar de nuevo con Emanuel, me dio mucha emoción. Me la estoy pasando muy padre, ha sido un viaje con algunas sorpresas, aunque me hace falta mi compañero principal de aventuras y mejor amigo, cuando dejamos de conversar se me botaron unas pequeñas lagrimitas; de nuevo. Parece ser que le está yendo bien, hará un “Secret Santa”, con lo que yo los amo, lo envidio poquito. No faltó la cursilería claro está. Después de charlar por quizá una hora, nos despedimos y me tuve que marchar.

        El día fue inesperadamente extraño. Divertido, lleno de imaginación y viajes, me hace feliz pensar e imaginar que algún día Emanuel y yo vendremos a este mismo paraíso y entonces jugaremos juntos, imaginaremos juntos y conquistaremos juntos y quizá después también con nuestras pequeñas gatitas.

To be continued…


Cortana!

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