No había empezado bien, papá se había
molestado como siempre por nimiedades y canceló definitivamente los planes del
día. Pensé que todo iría de mal en peor, que como era la costumbre, papá se
molestaría con todos y nos mandaría por un tubo, nos apartaría y nos dejaría
aún más solas en medio de la nada de lo que ya estábamos, al principio parecía
que eso sería.
Así pues las chicas decidimos subir por las
escaleras que van hacia el cielo al restaurante y tomar un poco de alimentos
mañaneros para ahuyentar un poco el hambre de nuestros estómagos. Entonces subimos,
aparentemente el desayuno estaba más rico de lo normal, había unos chilaquiles
rojos que no enchilaban, pero estaban bastante buenos, con frijoles.
Después de desayunar bajamos a nuestra
terracita y bueno, papá no estaba como era de esperarse, yo estaba comenzando a
desesperarme, quería volver, la verdad es que no me gustaba estar en medio de
la nada y menos en esas circunstancias.
Mamá insistió en que no me fuera al pueblo, así
que de mala gana me quedé ahí en la terraza leyendo Asimov; terminé un cuento
por cierto. Después de un rato de silencios incómodos, se escuchó la voz de
papá, estaba en uno de los botecillos que renta la gente para remar por el río
del lugar. Fuimos, traté de que mi mal genio no se notara, aparentemente las
cosas habían mejorado, por lo tanto no quería empeorarlo ni dar motivo de ser
de nuevo la causa de los problemas y las desgracias.
Invitó a mamá a pasear con él y se fueron por
largo rato “al otro lado”. Era un lugar increíble, lleno de naturaleza y lejos
de humanos que lo perturbaran, excepto tal vez nosotros por esta ocasión.
Después de estar en “el otro lado” remaron rumbo a la cascada y a quien sabe
cuántos lugares mágicos e insospechados. Yo decidí que una siesta sería de lo
más oportuno en lo que volvían a la terraza y proponían algo que hacer.
Así sucedió, después de un rato, regresaron y
papá sugirió que todas debíamos dar un paseo en el bote. Mamá no quiso
participar esta vez. Tomé un remo y entré a mi barco, era la capitana gatuna de
esa embarcación, mi tripulación dependía de mis comandos y mis remos. Entre
papá y yo remamos, tomando rumbo hacia las cascadas, hasta que llegamos a un
punto en el que el agua fluía tan fuerte que no nos dejaría avanzar más y nos
quedamos en el mismo punto con vanos esfuerzos de continuar, hasta que nos
dimos por vencidos y regresamos a explorar nuevos mundos.
Después del fracaso de aventura hacia la
cascada, regresamos a tierra, recogimos un par de víveres, tripulación más
fresca; mamá se nos unió, y remamos haca “el otro lado”, a explorar las tierras
insospechadas, mi tripulación se amotinó, capturaron el barco y después de
dejarnos a papá y a mí en esa pequeña islita, abandonaron a su capitana por un
rato.
Papá y yo nos topamos con un río estancado y
tierras jurásicas, llenas de helechos, de naturaleza y de lugares mágicos,
llenos de oportunos lugares para fotos místicas y de espacios para tomar un
baño delicioso después de días de navegar. Buscamos animales o alguna señal de
vida, además de las plantas y el agua. Lo único que encontramos fue el sonido
lejano de los pájaros que seguramente comentaban entre ellos, la leyenda de la
capitana que ahora exploraba sus tierras. Miré sonriente hacia arriba, sabía lo
que murmuraban esas aves, sus múltiples batallas con la espada, que no era por
nada, pero era bastante hábil con ella.
Así pues continuamos caminando, encontramos
una vereda y la exploramos, nada sospechoso, algunas lianas por aquí y por
allá. Ninguna criatura existente por esas cumbres. Bajamos de nuevo y
recorrimos el río, dimos con aguas estancadas, sin movimiento, algo muertas,
las liberamos, el agua comenzó a correr, las hadas revolotearon, había magia,
era como si hubiéramos destapado una prisión de haditas del bosque, todo
comenzaba a brotar y a cobrar más vida aún y el agua, comenzaba a oxigenarse,
lista para lo que viniera.
Pequeños subestanquitos se llenaban con
ímpetu. Después de arduos trabajos en ese paraíso, dimos con el lugar, las
pequeñas haditas del bosque, en agradecimiento por haberlas liberado de su
prisión, nos guiaron hasta allí, un paraíso de cascaditas, indescriptible, con
aguas cristalinas, un agua deliciosa para tomar un baño y refrescarse de los
trabajos de capitana. Papá no lo pensó dos veces y se tiró un clavado…
-Aah!
Está helada, ven entra un rato aunque sea.
La verdad era que no podía ingresar al
agua si estaba muy fría, mis oídos sufrirían el percance y posteriormente me
daría migraña, pero no me perdía de la vista por nada del mundo, me quedé
tentada de saltar y sumergirme en el agua.
Después los marinos regresaron por su
capitana, y dos de ellos se bajaron. Mis hermanas tenían que ver la maravilla
que las haditas nos habían mostrado y por supuesto tenían que observar la
laboriosa obra de su capitana en el río. Llegamos y encontramos ciertos
desperfectos, que fueron arreglados por todas y el agua siguió entonces su
curso. No se maravillaron como lo hubiera esperado, pero no importa, la
experiencia a mí nadie me la quita.
Remamos de nuevo a tierra firme y nos
asentamos en nuestra isla. Tomé una bebida de las que preparan aquí, estaba
bastante buena y un poco de botana también.
Mis hermanas tomaron un baño y después
nos encaminamos al pueblo a tomar un poco de alimentos, de nuevo al lugar al
que habíamos ido ayer, unas exquisitas enchiladas verdes con frijoles, ensalada
de lechuga y tortillas, obvio no falta la cebolla.
Volvimos al ciber – café de ayer, esta
vez pedí un Mocha caliente, fue una excelente decisión. Tuve una encantadora
oportunidad de conversar de nuevo con Emanuel, me dio mucha emoción. Me la
estoy pasando muy padre, ha sido un viaje con algunas sorpresas, aunque me hace
falta mi compañero principal de aventuras y mejor amigo, cuando dejamos de
conversar se me botaron unas pequeñas lagrimitas; de nuevo. Parece ser que le
está yendo bien, hará un “Secret Santa”, con lo que yo los amo, lo envidio
poquito. No faltó la cursilería claro está. Después de charlar por quizá una
hora, nos despedimos y me tuve que marchar.
El día fue inesperadamente extraño.
Divertido, lleno de imaginación y viajes, me hace feliz pensar e imaginar que
algún día Emanuel y yo vendremos a este mismo paraíso y entonces jugaremos
juntos, imaginaremos juntos y conquistaremos juntos y quizá después también con
nuestras pequeñas gatitas.
To
be continued…
Cortana!
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